El maestro Mateo y el Pórtico de la Gloria

Dentro de la incomparable obra de arte en piedra que es la Catedral de Santiago, la joya más preciada y sin disputa es el Pórtico de la Gloria, reconocido como el más notable monumento del arte cristiano del siglo doce. El pórtico, representa la cumbre de la escultura románica. Esculpido en la dura piedra del país aparece todo un tratado de teología, según la idea de la eternidad que tenían las gentes del medievo.

El autor de esta maravilla fue el escultor y arquitecto Mateo, que también trabajó en la reconstrucción de Ponte Cesures, en la Iglesia de Cambre y en el monasterio de Carboeiro. Al pie de la columna central del pórtico, por su banda posterior, Mateo se esculpió a sí mismo, de rodillas en actitud humilde, con los ojos puestos en el altar del Apóstol, esta figura es conocida popularmente como "O Santo dos croques", sobrenombre que le viene de los chichonazos que en su cabeza daban los estudiantes para que les fuese transmitida una chispilla del genio que tuvo el inmortal maestro y que ahora dan los visitantes como un ritual más en la visita a la catedral. Sobre el santo de los croques hay quien cuenta que cuando ya estaban a punto de finalizar las obras, el arzobispo hizo una visita al pórtico. El Maestro le fue refiriendo el significado de cada figura y a quién representaba en ella. Tras escuchar las explicaciones del escultor, el arzobispo se quedó viendo para el arco central, presidido por la figura de Cristo, rodeado de los cuatro evangelistas y se dio cuenta de que allí había una figura de la que Mateo no le había dado ninguna explicación. ¿Y esa escultura a quien representa? preguntó el arzobispo. Mateo echó una sonrisa de disculpa, ese soy yo, dijo. Después de esta obra que acabo de hacer, creo que soy mereciente de figurar representado en la gloria... enojado por lo que consideraba inconcebible atrevimiento del escultor, el arzobispo, reprendió con severidad a Mateo, quien aguantó la reprimenda con los ojos bajos y en silencio. A los pocos días el escultor llamó al arzobispo para mostrarle unas modificaciones que había realizado en su obra y el prelado vio que del tímpano central había desaparecido aquella figura que tanto lo había enojado. En su lugar aparecía una nueva escultura, arrodillada humildemente en la parte trasera del pórtico, en medio de la oscuridad. En aquella estatua penitente quiso representar el escultor, el arrepentimiento por la osadía que lo había llevado a hacerse figurar al lado de Dios hijo, y así, a través de los siglos, la sonrisa humilde de Mateo sigue implorando perdón por su disculpable arrebato de orgullo.